Que huyan los fantasmas...
- Silvia Almirón
- 24 sept 2017
- 2 Min. de lectura

Si cierro los ojos puedo oírlos, están ahí, agazapados entre las sombras. Oigo el lúgubre arrastrar de sus cadenas, que son las mías y el siniestro lamento que les nace de lo más profundo de mi nada. Están ahí, saben que lo sé. Si cierro los ojos sigo sintiéndolos tan cerca…
Hoy me dio por pensar en ellos, creo que nunca había sido tan consciente de su presencia, me dio por rememorar el primer instante en que sé de su existencia, y desde cuando me acompañan y en intentar descubrir porqué decidieron instalarse en mi vida. Hoy he querido descubrir quiénes son realmente y porque no quieren abandonarme. Echando la vista atrás no consigo recordar un solo día en el que ellos no invadieran mi espacio, no estuvieran ocupando con su triste presencia cada minuto y cada hora de mi historia.
No me ayudó a espantarlos el buscar ese algo que creía que nunca había tenido, en repetir los patrones que me hacían estrellarme una y otra y otra vez con la misma tosca pared que terminaba por arañar sin piedad mi piel y mi alma. Si tengo que buscar culpables solo encuentro uno: yo misma. Añoraba tanto el calor de unos brazos que aliviaran las penas de mi yo niña, las palabras de consuelo y aliento que me hubieran ayudado a enfrentar con valentía las pruebas que el camino de la infancia me marcaba como preámbulo a una madurez sana y plena, un beso de buenas noches, un “qué bonita es mi princesa”… Añoraba la mano que debía haberme guiado firme en mi camino y, por eso, me pasé media vida intentando llenar desesperadamente ese hueco pero eligiendo siempre a quien más se parecía a ese “quien” a quien nunca llegué a comprender, quizás para terminar haciéndolo muy poco a poco con lo que iba aprendiendo de cada uno de mis errores. He tardado mucho en llegar, pero estoy aquí, contestando cada una de mis preguntas sin respuesta, reconociendo cada enigma que me acompañaba, llenando con lecciones aprendidas cada página en blanco.
Mis fantasmas siguen ahí, acompañándome impávidos, no tienen ninguna prisa en dejarme sola. Siguen recordándome quien fui, pero no se dan cuenta que también me marcan firmemente quien quiero ser. Con los años he dejado de saber únicamente lo que no quería y he comenzado a tener muy claro lo que realmente quiero… y lo que quiero es ser feliz…
"Entra tú donde solo tu luz puede entrar, donde nadie conoce mi fragilidad, entra tú a los abismos de mi soledad, a las calles secretas de mi intimidad y que tu presencia inunde todo mi ser. Que huyan los fantasmas, que reine en mí la calma, que corra en mí tu amor como un río, que llegue a los rincones profundos de mi alma, que inunde de tu paz todo mi interior. Entra tú a donde nadie jamás llegará, donde los pensamientos me quieren atar, ven y llena de luz toda mi humanidad, los momentos oscuros de privacidad y que tu presencia inunde todo mi ser..." - Jesús Adrián Romero -
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